domingo, 15 de octubre de 2017

Alexandra Kollontai

Alejandra Mijailovna Domontovich, hija de una familia terrateniente en una sociedad semifeudal en el que el matrimonio constituía un contrato económico concertado por el padre, contravino todos los principios de la familia patriarcal que la educó y se hizo marxista durante el movimiento huelguístico de los años 90.
Alejandra participó en la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas de 1907,1910 y 1915. Vivió años de exilio en Europa y EEUU, organizando a las obreras en el Partido, promoviendo las ideas revolucionarias, organizando mitines políticos...
Fue la primera mujer miembro del comité ejecutivo del Sóviet de Petrogrado ciudad en la que nació en 1872, cundo se llamaba San Petersburgo, principal foco del movimiento obrero y revolucionario. Miembro del comité central del POSDR. Comisaria del Pueblo para la Asistencia Pública, fue la primera mujer ministra, Impulsora del Primer Congreso de Trabajadoras de toda Rusia en 1918. Miembro del consejo editorial del Kommunistka (Mujer Comunista), la revista del Zhenotdel, organismo impulsor de la participación de las mujeres en la vida pública. Fue también la primera mujer embajadora de la historia.
Relatos literarios de Alejandra, como "La bolchevique enamorada", ponen nuevos referentes femeninos que plantean, como la fuerza tremenda del genuino realismo socialista, encrucijadas sobre la fidelidad o el sentimiento de posesión, aún sin resolver.
Años dorados de revolución feminista en Rusia en que la mujer se incorpora al trabajo asalariado, al partido, hacen la revolución y la guerra, y se transforma profundamente su psicología, mientras que para muchos varones la liberación significa comida fría y botones sin coser, aflorando el antagonismo de género en el interior de la clase obrera, idea que Alejandra describió con precisión, pero no desarrolló.
Ensayos como "Las bases sociales de la cuestión femenina","Autobiografía de una mujer emancipada" o "la mujer nueva" son libros que prefiguran el contenido transversal del patriarcado que defiende el feminismo de clase contemporáneo.
El amor libre y el reconocimiento de toda unión sexual, núcleo del programa socialista para la emancipación femenina, exigen transformaciones estructurales que únicamente el proletariado puede acometer, tales como la abolición de la familia patriarcal, la protección de la maternidad y la infancia o la independencia económica femenina, negando toda colaboración entre burguesas y proletarias, pese a compartir una similar opresión patriarcal.
Alejandra expresó con absoluta claridad que la moral sexual proletaria no es sólo una superestructura que surgirá  una vez que haya transformado la base económica mediante la toma del poder revolucionario, sino que la ideología y la moral sexual de una clase ascendiente se forman en el proceso mismo de la lucha contra el enemigo de clase.



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